Tregua frágil, ocupación implacable: un cese al fuego que oculta un genocidio en marcha

enero 22, 2025

 Por: Irais Fuentes Arzate 

Para citar este artículo: Irais Fuentes Arzate, “Tregua frágil, ocupación implacable: un cese al fuego que oculta un genocidio en marcha”, Blog del Grupo de Estudios Sobre Eurasia, 22 de enero de 2025, [https://euroasiaticos.blogspot.com/2025/01/tregua-fragil-ocupacion-implacable-un.html] 


El cese al fuego que entró en vigor este 19 de enero no es un avance hacia la paz, sino un cálculo político que encubre la continuidad de un genocidio sistemático contra la sociedad palestina. En un escenario donde las potencias globales y el marco jurídico internacional legitiman con su inacción la ocupación, el asedio y la aniquilación de Gaza, cualquier tregua sin justicia reparatoria es una pausa estratégica que favorece al opresor. En un mundo donde las palabras de reconciliación y tregua ocultan realidades de exterminio, la resistencia la defensa de la vida pueden alterar el ciclo de violencia y despojo sistemáticos.

La administración del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras meses de rechazo a propuestas similares, finalmente cedió ante un contexto que comprometía su legitimidad tanto en el ámbito doméstico como internacional. Las denuncias de crímenes de guerra, emitidas por Human Rights Watch y Amnistía Internacional, junto con la presunción de genocidio emitida por la Corte Internacional de Justicia en marzo de 2024, aunado a las órdenes de arresto contra Netanyahu y su ex primer ministro de defensa, Yoav Gallant, emitidas por la Corte Penal Internacional, expusieron a Israel a una crítica sin precedentes, incluso por parte de sus aliados históricos.



Sliman Mansour, 2016. “Mi nombre es Palestina, y sobreviviré (إسمي فلسطين وسأحيا). 

El acuerdo llega tarde, demasiado tarde para las más de 46,000 vidas palestinas que perdimos en 15 meses de genocidio. Ya en mayo de 2024, se había presentado un borrador que proponía un alto al fuego escalonado, un intercambio de rehenes y una limitada entrada de ayuda humanitaria, pues fue un acuerdo construido a partir de las demandas del ente sionista. Sin embargo, la negativa de Israel a aceptarlo reflejó su confianza en el respaldo de la administración de Joe Biden, que no solo bloqueó al menos cuatro resoluciones internacionales en el Consejo de Seguridad de la ONU desde el 7 de octubre de 2023, sino que continuó proporcionando apoyo militar y económico, facilitando así la intensificación de los bombardeos y el bloqueo de la ayuda humanitaria.

Esta tregua es más un alto al fuego parcial y una entrada controlada de ayuda humanitaria, pues no aborda cuestiones fundamentales como el bloqueo que asfixia a Gaza, el control de las fronteras por parte de Israel, ni la ocupación militar que define la relación entre Israel y los territorios palestinos. Se trata de un acuerdo planteado en tres fases, pero la segunda y la tercera aún carecen de definiciones concretas y dependen de compromisos políticos que Israel puede incumplir con facilidad, tal como lo ha hecho con el cese al fuego con Líbano de noviembre del año pasado. Esta ambigüedad no es accidental, proporciona al gobierno de Netanyahu la flexibilidad necesaria para desactivar unilateralmente el acuerdo si considera que ya no sirve a sus intereses estratégicos. De este modo, lejos de ser una solución al conflicto, el cese al fuego perpetúa un ciclo de violencia al no abordar las raíces políticas, sociales y económicas de la crisis.

Netanyahu y la ultraderecha sionista: fracturas internas para perpetuar la ocupación

Mientras los bombardeos en Gaza devastaban la vida de decenas de miles de palestinos y palestinas, las estructuras internas del ente sionista comenzaban a resquebrajarse. Netanyahu, el rostro visible de la ultraderecha sionista, enfrentó una gran presión para aceptar el acuerdo, pero fue una estrategia para contener el colapso y preservar una alianza fundamental con Estados Unidos. Y es que actualmente Israel enfrenta una deuda nacional que supera los 340,000 millones de dólares, una tasa de crecimiento inexistente en 2024, y las inversiones extranjeras, que durante años fueron un pilar de la economía israelí, se están agotando. Este contexto ha hecho que Israel sea cada vez más vulnerable a las campañas internacionales de boicot y desinversión, exponiendo al país no solo a un aislamiento político, sino también a una asfixia económica que Netanyahu ya no puede minimizar.

El primer ministro israelí enfrenta una de las mayores crisis políticas de su carrera, marcada por un debilitamiento de su influencia en la Knéset y una creciente pérdida de legitimidad entre sus aliados y la ciudadanía. Líderes de la oposición, como Yair Lapid, han cuestionado su capacidad para liderar, calificándolo de “incompetente o cómplice” en las múltiples fallas de su administración. Estos señalamientos han sido acompañados por un declive en la confianza pública. Encuestas recientes muestran que solo el 22% de los israelíes respalda su gobierno, una cifra que refleja el descontento con su manejo tanto de la guerra en Gaza como de los asuntos internos agravada por la “crisis de los rehenes”.

La decisión de aceptar el cese al fuego también ha encendido las tensiones dentro de su coalición ultraderechista. Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional, calificó el cese al fuego como una capitulación, insistiendo en la necesidad de intensificar las operaciones militares y cortar cualquier tipo de ayuda humanitaria a Gaza. Por su parte, Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, rechazó cualquier tregua que, según él, diluya los “avances de los últimos meses de guerra”, exigiendo en su lugar una ofensiva total para acabar con Hamas. Este sector, que ha promovido la expansión de los asentamientos y la política de represión total, ve en este acuerdo una traición a sus objetivos de hegemonía absoluta en la región.

Trump y el cese al fuego: una pausa estratégica para fortalecer a Israel

La mediación de Steve Witkoff, enviado especial de Donald Trump para Oriente Medio y empresario con profundos lazos con Trump y conocido por su afinidad hacia las políticas coloniales de Israel, aseguró que los términos sigan favoreciendo a la potencia ocupante. Este nombramiento revela la intención de la nueva administración estadounidense de priorizar la hegemonía israelí en Medio Oriente bajo la fachada de negociaciones, especialmente en lo que respecta a las relaciones con Israel y los procesos de paz en la región.

Se espera que Witkoff desempeñe un papel clave en la promoción de los Acuerdos de Abraham y en la consolidación del poder militar israelí en la región a costa de perpetuar el genocidio, la ocupación y el apartheid en Palestina. Trump, cuya política exterior ha sido consistentemente proisraelí, dejó clara su postura en su comunicado del 15 de enero: no ve en la tregua una oportunidad para la pacificación, sino un mecanismo para consolidar la seguridad israelí. Sus declaraciones sobre evitar que Gaza "se convierta en un nido de terroristas" reflejan su intención de mantener el enfoque militarista que caracterizó su primer mandato. Trump ha dejado claro que la violencia y las hostilidades no solo no cesarán, sino que podrían intensificarse bajo su administración, siempre bajo la narrativa de garantizar la seguridad de Israel

Durante su primer mandato, implementó medidas que redefinieron la política estadounidense hacia Oriente Medio, todas orientadas a favorecer los intereses de Israel. Entre ellas, el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, en contra del derecho internacional y las resoluciones de la ONU, el reconocimiento de los asentamientos ilegales en Cisjordania, y la anexión de los Altos del Golán, un territorio sirio ocupado desde 1967. Estas acciones no solo fortalecieron a Israel, sino que legitimaron prácticas de ocupación y colonización que han sido ampliamente condenadas por la comunidad internacional. Ahora, con su regreso al poder, Trump parece decidido a continuar por el mismo camino.

Hamás ante el cese al fuego

El acuerdo de cese al fuego firmado el 15 de enero de 2025 representa un cambio significativo en la estrategia de Hamás, que durante años había mantenido una postura de escepticismo hacia las negociaciones mediadas por actores internacionales. Este cambio no se da en un vacío, sino como respuesta a las condiciones extremas que enfrenta Gaza: la destrucción del 70% de su infraestructura, el colapso del sistema sanitario y una inseguridad alimentaria que afecta a casi toda su población. Estas circunstancias obligaron a Hamás a reconsiderar su enfoque tradicionalmente combativo para adoptar una diplomacia estratégica orientada a garantizar un alivio inmediato para los habitantes de Gaza y preservar su relevancia política frente a una crisis sin precedentes.

En este contexto, Hamás centró sus demandas en tres puntos clave durante las negociaciones. Primero, el levantamiento parcial del bloqueo, asegurando la entrada regular de ayuda humanitaria y materiales de construcción, una condición incluida en el acuerdo final. En segundo lugar, la liberación de más de 1,000 prisioneros palestinos en varias fases, un logro político que refuerza su posición frente a la población. Y finalmente, aunque no fue aceptado formalmente, Hamás exigió el cese de los bombardeos selectivos en Gaza, obteniendo garantías para reducir las operaciones militares israelíes en la región. Estos puntos reflejan un enfoque pragmático que equilibra las demandas inmediatas de alivio con las aspiraciones a largo plazo del movimiento.

Sin embargo, las pérdidas sufridas durante el conflicto, incluida la muerte de líderes clave como Ismail Haniyeh y Yahya Sinwar en 2024, debilitaron la capacidad de liderazgo y coordinación militar de Hamás, obligándolo a adaptar su discurso y estrategia. Este debilitamiento, combinado con la devastación en Gaza, erosionó parte del apoyo popular que había consolidado al inicio del genocidio.   .

El cambio estratégico de Hamás, al adoptar un enfoque más diplomático, no debe interpretarse como una renuncia a su resistencia, sino como una adaptación táctica frente a una realidad insostenible. Hamas busca mantener su legitimidad política mientras asegura condiciones básicas de supervivencia para Gaza, sin embargo, el desafío será sostener este equilibrio en un entorno marcado por la presión militar israelí. El acuerdo, aunque necesario, coloca a Hamás en una posición precaria, enfrentando la expectativa de resultados tangibles en un contexto donde las promesas internacionales a menudo quedan incumplidas.

La crisis humanitaria diseñada contra Palestina

El pueblo palestino en Gaza enfrenta una de las crisis humanitarias más devastadoras del siglo XXI, resultado de una política sistemática diseñada para hacer imposible la reproducción de la vida. Más del 70% de la infraestructura ha sido destruida, incluidos hospitales, escuelas y sistemas de agua potable. El acceso al agua es prácticamente inexistente, con solo el 10% de la población recibiendo agua potable y un suministro eléctrico que alcanza un promedio de apenas cuatro horas al día. Esto no es casualidad; es el resultado de una estrategia deliberada de destrucción y bloqueo que busca erradicar cualquier posibilidad de vida en Gaza.

El bloqueo impuesto por Israel, que limita la entrada de materiales de construcción, medicinas y alimentos esenciales, ha convertido la supervivencia en Gaza en una lucha diaria. Según UNICEF (2024), más del 95% del agua disponible no es apta para el consumo humano, mientras que la desnutrición crónica afecta a más del 30% de los niños, dejando a una generación marcada por el hambre y la desesperanza. Además, la destrucción de campos de cultivo y zonas de pesca, que ahora operan a menos del 20% de su capacidad, ha reducido a la población a depender casi por completo de la ayuda humanitaria, una ayuda que frecuentemente es bloqueada o restringida por las fuerzas ocupantes. Cada bomba que destruye un hospital, cada ducto de agua contaminado y cada barco pesquero que queda inutilizable forman parte de una política de desplazamiento forzado que busca borrar la vida en Gaza.

La indiferencia y la complicidad, expresadas a través de décadas de inacción o respuestas simbólicas por el marco legal-institucional internacional que, ahora más que nunca, evidencian su futilidad, no han hecho más que consolidar un sistema de violencia directa y estructural que busca extinguir la vida en Gaza. No se trata solo de levantar el bloqueo o de reconstruir lo destruido; es imprescindible exigir responsabilidades a quienes perpetúan esta barbarie y garantizar que los derechos fundamentales de las y los palestinos sean protegidos. Si el mundo sigue desviando la mirada, Gaza no será únicamente un testimonio de sufrimiento, sino la evidencia más dolorosa de la incapacidad colectiva de defender la vida.

 

*Profesora de asignatura en las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Doctoranda en Estudios Feministas, maestra en Relaciones Internacionales por la UAM-X y licenciada en Geografía por la UNAM. Especialista en Medio Oriente, geopolíticas críticas, feminismos y estudios de género. iraisfuentes@filos.unam.mx 

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