Para citar este artículo: Abdiel Sánchez Revilla, "De memoria, historia y otros caminos: reflexiones en torno a los actos políticos del perdón", Blog del Grupo de Estudios Sobre Eurasia, 26 de mayo de 2021, https://euroasiaticos.blogspot.com/2021/05/de-memoria-historia-y-otros-caminos.html.
La semana pasada el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió disculpas a la comunidad china por un hecho casi olvidado de la historia nacional: la matanza de chinos que ocurrió durante 1911 y que se trató del asesinato de 303 chinos en Torreón, lo que provocó el éxodo de una comunidad que hasta entonces era de las más prósperas en la región. Las respuestas a este acto no se hicieron esperar y oscilaron entre las muestras de apoyo y las álgidas respuestas de la oposición, para quienes “el acto de disculpa del presidente solo divide más al país”. Ante tal multiplicidad de declaraciones quizás sea menester revisar un concepto clave en este tipo de conmemoraciones: el de la memoria histórica.
La memoria histórica no es fácil de definir. Prueba de ello está en la gran cantidad de enfoques con los que los historiadores y otros científicos sociales se han enfrentado a este término. Aun así, cuando no se busca una respuesta definitiva y se estudia tomando en cuenta las particularidades geográficas y temporales de la sociedad que la construye, la memoria se convierte en una herramienta útil que nos permite conocer aspectos importantes sobre sociedades alejadas de nosotros tanto temporal como espacialmente. Por ejemplo, de acuerdo con la antropóloga Marcela Valdata:
Hablar de memoria implica remitir a un pasado que en algún momento y por alguna situación determinada quedó en el olvido. Un pasado que entra en acción necesita de alguna articulación para devenir en memoria; de él surgen variedad de interpretaciones: pasado como tiempo anterior, pasado como estructura de la verdad, pasado como experiencia traumática, son ejes que vertebran este concepto.[1]
En este sentido, la memoria sería una selección consciente o inconsciente de elementos de un pasado que ya no está, y que necesita una articulación para poder regresar a nosotros en forma de relatos, imágenes, documentos y otros mecanismos de transmisión a través de los cuales se construyen representaciones sociales sobre el pasado. Esta articulación puede ser un discurso como del del presidente Obrador, pero también un acto o la necesidad de las poblaciones de poner a prueba su propia memoria. Otra característica de la memoria es que se construye de acuerdo con las condiciones del presente. Es decir, siempre es actual, aunque en el discurso pretenda transformar nuestras visiones del pasado. Se debe ella misma a la inestabilidad. Gracias a esta condición, la memoria es susceptible a la manipulación porque como explica el historiador Pierre Nora: “[la memoria es] sensible a todas las transferencias, pantallas, censuras y proyecciones”.[2] Por esta razón, la memoria parece estar en aparente oposición con la historia académica y su pretensión de decir la “verdad”. Quizás por ello, durante mucho tiempo los historiadores desconfiaron y menospreciaron la información obtenida de ella.
En cuanto al acto de pedir perdón, existen dos casos que creo necesario revisar para poder entender el peso de la memoria en los actos políticos de la actualidad: el de Alemania y el de Japón. En el primer caso, la memoria funge como un poderoso sustituto del nacionalismo alemán. Si actos nacionalistas o patrioteros como alzar la bandera o cantar el himno en público se convirtieron en acciones reprochables socialmente, se sustituyeron por eventos como la celebración del “día de la liberación”, la conmemoración del Holocausto y la introducción de un sistema democrático. Estas acciones se pueden ver en la siguiente cita del cineasta polaco Andrzej Wajda: “Alemania seguirá siendo entre muchas otras cosas, Auschwitz. En otras palabras: Goethe y genocidio, Bethoven y cámaras de gas, Kant y botas militares. Todo eso pertenece al indeleble patrimonio alemán”.[3] Aunque la observación proviene de un polaco muchos alemanes afirmarían que Auschwitz está interiorizado en cada alemán.[4]
En el caso japonés, sin embargo, no existe tal sentimiento. La guerra culminó abruptamente con los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, hecho que ayudó a crear un sentimiento de victimización que fue utilizado políticamente por la extrema derecha para impulsar el rearme de la nación y por la extrema izquierda para promover el pacifismo durante la Posguerra. Cabe recalcar que esta lucha de opuestos nubló muy pronto la posibilidad de reconciliación con los países que fueron conquistados durante la guerra. Es esta actitud ambigua respecto al pasado lo que permite hablar de la volatilidad de la memoria y de esa manera comprender la función social de la disculpa.
A pesar de que varios medios occidentales y sus repetidores académicos hayan afirmado que Japón no ha pedido perdón a los países vecinos por sus acciones durante la guerra, desde la década de 1990, Japón ha pedido disculpas varias ocasiones, comenzando por el discurso del emperador Akihito en 1993. Además, en ese mismo año, el gobierno japonés denomina la guerra, por primera vez, como un “acto de agresión”. Después de casi treinta años no se han visto avances en esta materia, y en algunos momentos Japón, Corea y China han estado más separados que nunca. Ello también nos enseña que los actos de disculpa fungen apenas como el primer paso de un acto político de gran envergadura que debe de incluir un diálogo de ambas partes. Me parece que, regresando al caso de la disculpa de Obrador hacia la comunidad china, representa un avance respecto a la construcción de una memoria más plural y menos oficialista del México contemporáneo, lo que quizás pueda ser el preludio de una mayor interacción con Asia.
* Universidad Autónoma de Querétaro
Referencias
[1] Marcela Valdata, “Memoria”, en: Monica Szurmuck y Robert Mckee Irwin (coords.), Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, México, Instituto Mora/Editorial siglo XXI, 2009, pp. 173-177.
[2] Pierre Nora, « prólogo », en: Pierre Nora (dir.) Les lieux de mémoire, 1 La République, Paris, Gallimard, 1984, p. XIX.
[3] Palabras de Andrzej Wajda citadas en: Ian Buruma, El precio de la culpa, cómo Alemania y Japón se han enfrentado a su pasado, Barcelona, Duomo Perímetro, 2011, p. 85.
[4] Ídem.