Por: Cesari Irwing Rico Becerra*
Para
citar este artículo: Cesari Irwing Rico Becerra, “La producción espacial de
Eurasia desde la hegemonía estadounidense: el diseño geopolítico de Zbigniew
Brzezinski”, Blog del Grupo de Estudios Sobre Eurasia, 30 de agosto de 2023,
[https://euroasiaticos.blogspot.com/2023/08/la-produccion-espacial-de-eurasia-desde.html]
Los imaginarios geopolíticos de las grandes potencias han
coadyuvado a la configuración epistemológica y ontológica de las regiones
internacionales, a partir de los propios intereses que la política de sus
élites dirigentes ha determinado a través del tiempo. Es así como los estudios
regionales ha sido producto histórico de las relaciones de dominación impuestas
por la hegemonía en distintos momentos del devenir mundial. Esto nos permite
argumentar, recuperando la ecuación conocimiento-poder anunciada por Michel
Foucault, que la comprensión de las regiones en términos epistemológicos no puede
(ni debe) estar desligada de las relaciones de poder que se ejercen sobre las
sociedades involucradas, así como de las determinaciones espaciales del poder
mundial que la geopolítica determina.
Mapa de Eurasia
En
ese sentido, el surgimiento del esquema geográfico de las regiones
mundiales acompaña la emergencia de Estados Unidos como un poder global durante
y después de la Segunda Guerra Mundial, formando una especie de consenso académico
acompañado de una infraestructura institucional en relación con las regiones
mundiales como unidades geográficas determinadas (Mezzadra y Neilson, 2017).
Esto responde al surgimiento de los “estudios de área” (area studies) en
la segunda mitad del siglo XX, por medio de los cuales el nuevo hegemón
buscaría organizar geopolíticamente al mundo, para facilitar la cartografía de
aliados, enemigos, mercados estratégicos y potenciales amenazas.
Es así como la concepción regional que se tiene de
Eurasia por parte de los Estados Unidos ha primado globalmente en las
definiciones conceptuales sobre la región. Desde las plumas más clásicas de la
geopolítica anglosajona, postulados como los de Halford Mackinder o Nicholas
Spykman han funcionado como orientaciones geoestratégicas para la delimitación
territorial de Eurasia, así como de las metodologías para su control. De ahí la
importancia de analizar estos diseños geopolíticos desde los contextos histórico-espaciales
en los que fueron elaborados para reconocer las intenciones estratégicas que
estas buscaban orientar, y no asumirlos como “teorías” de la geopolítica que
pretendan elaborar un enfoque analítico o un arsenal metodológico para la
explicación del mundo.
La
representación de Eurasia para el imaginario geopolítico estadounidense no es
otra sino la de una región de especial interés para la hegemonía mundial, al
grado de considerarla como un “imperativo estratégico” para su ejercicio en el
siglo XXI. El principal arquitecto geopolítico de la proyección de poder sobre
Eurasia fue Zbigniew Brzezinski, quien otrora fungiera como Consejero de
Seguridad Nacional en el gobierno de Jimmy Carter, y posteriormente como una de
las voces más reconocidas en los análisis geopolíticos y geoestratégicos desde
Washington. De acuerdo con este autor:
Eurasia es la región donde se localiza la
mayoría de los Estados políticamente asertivos y dinámicos. Después de Estados
Unidos, las seis economías más importantes y los seis mayores inversionistas en
armamento militar están localizados en Eurasia. Todos excepto uno de los
Estados con armamento nuclear comprobado […] están localizados en Eurasia. Los
principales aspirantes a una hegemonía regional y a la influencia global son
eurasiáticos. Acumuladamente, el poder de Eurasia opaca de manera vasta a Estados
Unidos. Afortunadamente para este, Eurasia es demasiado grande para estar
políticamente unida. (Brzezinski, 1997, p. 18)
Desde su
publicación en 1997, la obra El gran tablero mundial se ha convertido en
una de las lecturas obligadas tanto por los analistas geopolíticos
estadounidenses, como para los tomadores de decisiones de la élite política
mundial. En él, se propone que el control geopolítico de Eurasia sería el
imperativo estratégico más grande para el proyecto hegemónico de los Estados
Unidos, y tendría que mantener su influencia en este territorio a toda costa.
Para ello, el autor propone tres tesis que buscarían orientar la influencia
geopolítica estadounidense en la región: 1) mantener el espacio euroasiático
abierto a Estados Unidos, a través del acceso directo a Europa y Japón, Corea
del Sur y Taiwán; 2) penetrar la masa euroasiática, a través de los denominados
Balcanes Globales que incluyen a Asia Central, el Cáucaso Sur, Afganistán y
Pakistán, desde donde se buscará el control efectivo sobre Medio Oriente, en
donde Irak es una pieza clave,; y 3) fragmentar la alianza entre China,
considerado como el principal actor oriental y Rusia, considerado como el actor
medio (Herrera, 2012).
El
objetivo central sería evitar que cualquier Estado o alianza lograra consolidar
la capacidad de expulsar a Estados Unidos de la región, para ello, se
fortalecerían los principales aliados representados por Francia, Alemania,
Ucrania, Polonia en Europa; y Japón, Corea del Sur, Filipinas y los diversos
espacios insulares bajo dominio estadounidense en el Pacífico. Con todo ello,
la influencia estadounidense en la región debería mantenerse intacta, a pesar
de la emergencia de nuevos poderes globales contrarios al proyecto hegemónico
en tal espacialidad.
La
visión del autor no solamente ha generado una animadversión frente a actores
euroasiáticos como China y Rusia, sino que recupera el paradigma de competencia
entre grandes potencias para colocar al proyecto hegemónico estadounidense en
la cima del proyecto civilizatorio de la modernidad, exacerbando la ampliación
de riesgos y amenazas globales como las guerras a gran escala, la competencia
geoestratégica global o los conflictos territoriales. En ese sentido, es
imprescindible señalar y denunciar permanentemente el diseño geopolítico de
Brzezinski como un esfuerzo desde el sujeto hegemónico para el mantenimiento,
reproducción y ampliación de su espacio dominante de cara a la crisis
multidimensional que atraviesa actualmente.
La
influencia de Brzezinski ha sido importante a lo largo de los últimos años. En
la presidencia de Barack Obama, la política del “pivote pacífico” estuvo
inspirada en estos imperativos geoestratégicos y buscó llevarse a cabo a través
de acuerdos comerciales favorables a Estados Unidos (tales como el Acuerdo
Transpacífico que, posteriormente, sería eliminado por Trump), la relocalización de las cadenas globales de
valor y las redes logísticas de mayor importancia para la producción
estadounidense en el extranjero hacia la región del Asia Pacífico y la
promoción de una cantidad sin precedentes de recursos militares, tropas,
armamento e infraestructura estratégica hacia esta parte del mundo (Rico,
2018).
Si
bien el gobierno de Donald Trump promovió la modificación de los principales
intereses geoestratégicos respecto de la administración Obama, la influencia de
las ideas de Brzezinski se ha mantenido vigente en las proyecciones
geopolíticas globales de la potencia hegemónica, sobre todo de cara a la
renovación de la competencia geoestratégica mundial. La aparición de proyectos
geopolíticos como el One Belt, One Road de China –que promueve la
producción de espacios materiales y fijos espaciales a través de un poder
infraestructural que opera a través de la producción fragmentaria de un espacio
regional en Eurasia– (Herrera, 2019) han reforzado la necesidad de mantener la
región abierta a los intereses estadounidenses, recolocando su importancia en
el primer plano de los imperativos geoestratégicos norteamericanos.
En
la actualidad, frente a la complejidad que enmarca la crisis en Ucrania y la
tendencia generalizada hacia un declive relativo de Estados Unidos y su
hegemonía mundial, los Estados Unidos han promovido un unilateralismo
operacional que pasa por la relocalización de tropas en espacios poco
favorables para su operatividad, así como la introducción de diversas
tecnologías que habilitan nuevas infraestructuras móviles y casi indetectables
–como las pequeñas instalaciones militares conocidas como lily pads– para
fomentar la presencia militar en espacios insulares y territorios que puedan
servir como fronteras estratégicas frente a posibles escaladas de la
conflictividad regional, abriendo nuevas cabezas de puente de cara a los renovados
escenarios de competencia geoestratégica mundial (Vine, 2015).
En
conclusión, los diseños geopolíticos del sujeto hegemónico han buscado mantener
la reproducción de su hegemonía mundial a través del desdoblamiento de sus
capacidades militares, económicas, políticas y tecnológicas; las cuales
solamente pueden ser aprehendidas como una totalidad integrada (Ceceña, 2002).
En este sentido, la influencia de diseños geopolíticos como aquel propuesto por
Brzezinski a finales del siglo pasado siguen representando uno de los
principales elementos para el mantenimiento y la ampliación de la hegemonía
mundial sobre regiones de amplio interés estratégico como Eurasia, sobre todo
en momentos de crisis e incertidumbre como el que se atraviesa en la
actualidad.
*Doctorante en Ciencias Políticas y Sociales del PPCPyS-UNAM. Profesor de asignatura adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la FCPyS, UNAM. Integrante del Seminario de Estudios Críticos en Geopolítica y del Proyecto “Resonancias de la militarización en la seguridad humana del siglo XXI”. Estudia temas relacionados a la geopolítica y hegemonía de Estados Unidos y militarización mundial.